La extrema imbecilidad y la imbecilidad extrema
Ángela
9- 6- 2023
Raramente voy, por suerte, al hospital, pero cuando lo hago, me gusta tomar una cervecita, si la hora es apropiada, en una cafetería cercana que prepara unos bocadillos buenísimos y una de las mejores ensaladillas rusas de Madrid. Después de mucho tiempo, allí estuve hace unos días. Es una cafetería pequeña, alargada a derecha e izquierda, con muy poco fondo; en dos, tres pasos estás en la barra. “Buenos días, cariño”, me dice una camarera, nada más entrar; “buenos días”, respondo. Al llegar a la barra, me pregunta: ¿qué te pongo, cariño”. Una cerveza y un pincho de tortilla, por favor. “Ahora mismo, cariño”. A esas alturas, ya estaba desconcertada con tanto cariño. Busco con la mirada una mesa y la camarera, solícita: “¿quieres sentarte, cariño?” Y me conduce a la mesa libre más cercana. “Ahora te lo traigo, cariño”. En ese momento empecé a pensar en una cámara oculta. No puede ser, me decía para mí. Antes de sentarme a la mesa me había llamado cariño media docena de veces. Al momento, viene otra camarera, “aquí tienes cariño”. ¡Era una conspiración! Al pagar: gracias cariño: al traer las vuelas: “aquí tienes cariño” y cuando voy a salir por la puerta, las dos al unísono: “adiós cariño”. Me veía a mí misma con la cara Josema Yuste en Encarna de noche pasando del desconcierto a la estupefacción.
No habían pasado ni tres días cuando, Pedro Sánchez, tras perder de forma escandalosa las elecciones municipales y autonómicas, en una aparición de media hora dijo una docena de veces: “extrema derecha y derecha extrema”, así, por ese orden. A la primera dices, ya estamos; a la segunda, te dices, no es posible; a la tercera piensas ¿nos toma por tontos?; a la cuarta te dices: este tío es tonto, y aciertas. Y se me ocurrió que alguno de los novecientos asesores del presidente, se había tomado una caña en la cafetería cariñosa, y el presidente, representante de la extrema imbecilidad y de la imbecilidad extrema, le había parecido un hallazgo la reiteración absurda en sus discursos políticos.
En el caso de las camareras, las mujeres quieren ser amables y no se han roto la cabeza, te sueltan el cariño como el que dice hoy es martes o está lloviendo y ya está, han cumplido; pero Pedro Sánchez, el presidente de gobierno, no dice nada amable, no, todo lo contrario, insulta a los votantes, llama extrema derecha y derecha extrema a millones de ciudadanos porque no le han votado a él, tan alto tan guapo tan todo. Pues no, no te han votado y a lo mejor, no me hagas mucho caso, no lo han hecho porque eres un impresentable que se mantiene en el gobierno con los votos de Bildu, esos a los que llamas demócratas y que han presentado en sus listas a asesinos confesos; a lo mejor no te han votado por aprobar una ley que permite salir de la cárcel a miles de violadores que verán rebajada su condena, porque además de malos, sois tontos; a lo mejor no te votan porque el precio de la luz se ha multiplicado por no sé cuánto, como para que vosotros mismos habléis de “pobreza energética”, como si la pobreza tuviera apellido, cursis, que sois unos cursis, pero el gobierno no ha bajado los impuestos a la energía que podría haber
paliado la situación tan precaria de las familias. Puede que no te hayan votado porque consideran que es una canallada dejar tirados a los saharauis (ciudadanos españoles hasta hace cuatro días), a los pies del déspota marroquí, rompiendo con la política de todos los presidentes anteriores, tanto de izquierdas como de derechas, y en contra de la inmensa mayoría de los españoles. Quizás no te han votado los que tienen que coger el cercanías todos los días a las seis o las siete de la mañana, y aun así pueden llegar tarde por alguna avería, mientras tú te paseas en el Falcon para ir a un concierto de Coldplay o a una reunión con tus palmeros, que te gusta más el avioncito que a un tonto una tiza; a lo mejor no te han votado porque consideran una aberración la ley trans que permite a cualquier hombre ser reconocido como mujer, con el simple cambio de nombre, Juan por Juana, lo que le permite prepararse las oposiciones para bomberos o a policías como mujeres o participar en campeonatos de natación para mujeres consiguiendo por su corpulencia de hombre, la medalla de oro en todas las ocasiones; o, lo que es mucho peor, hormonar a niños, aunque sus padres se nieguen; a lo mejor no te votan los agricultores de la fresa de Huelva (y no me preguntes por qué); en fin, que sólo te va a votar el extremo fanatismo y el fanatismo extremo, no te queda nadie más.
Dice el ministro de nada, Alberto Garzón, que “el resultado de estas elecciones es preocupante. El avance de la ola reaccionaria es evidente”. Pues sí, el resultado de estas elecciones es muy preocupante para vosotros, de eso no cabe la menor duda, y lo del “avance de la ola reaccionaria” es como lo de la extrema derecha y la derecha extrema, una forma más de hacer el ridículo los fanáticamente extremos y los extremadamente fanáticos.