esterilizaciones forzadas en Dinamarca
Ángela
5-5-2023
Jussi Adler Olsen es el escritor nórdico de novela negra que más me interesa, por su forma de escribir, más compleja y literaria que los otros “cienes y cienes” de escritores, y sobre todo, por los temas que trata. El detective Carl Mørck, un policía molesto al que sus jefes quieren quitarse de en medio, se encargará, junto a su asistente Assad, de la investigación de crímenes archivados y nunca resueltos. El sótano de la comisaría será el lugar asignado para el Departamento Q. Un castigo que le permitirá indagar en distintas épocas de la vida de Dinamarca, y descubrir que la tan alabada democracia nórdica es un puro cuento. De Departamento Q han realizado una serie de cuatro capítulos que puedes ver en Filmin. El cuarto capítulo está dedicado al Expediente 64 que comienza cuando unos albañiles, al tirar un tabique de una casa que están reformando, encuentran tres cadáveres. El asesinato se cometió años atrás y, por lo tanto, el detective Mørck se hace cargo del caso.
La investigación llevará a Morck a la isla de Sprogø. En este islote deshabitado se construyó un centro cuyo promotor y fundador fue el psiquiatra Christian Keller, en el que desde el año 1923 hasta 1961, recluían a mujeres jóvenes, a veces niñas, con problemas mentales, prostitutas o jóvenes solteras embarazadas y, por lo tanto, con una moral inaceptable para las autoridades. De este islote no tenían ninguna posibilidad de huida. Los médicos jefes eran los que decidían cuándo podían salir de allí. No existían para el resto del mundo. Un Guantánamo de mujeres que en su mayoría no habían cometido ningún delito, simplemente las consideraban “moralmente deficientes”. No habían sido juzgadas y sin embargo el tiempo de condena era indefinido. Era mucho peor que una cárcel, porque al menos en una cárcel las presas sabían los años que iban a pasar allí. En total, unas 500 mujeres fueron encerradas y apartadas del mundo. Si contravenían las normas les aplicaban castigos como encerrarlas en celdas de aislamiento, y torturadas.
Lo más estremecedor del caso es que a las jóvenes que llegaban embarazada y algunas que quedaron embarazadas en la isla con la llegada de algunos visitantes, las provocaban abortos y además las dejaban esterilizadas para que no trajeran al mundo niños que, según su ideología eugenésica serían también tarados.
En los países nórdicos, la socialdemocracia dirigente en esos años, adepta a la eugenesia, consideraba que había que mejorar la raza. No era una ocurrencia de un médico, era la dirigencia política la que puso en marcha esta destrucción de las personas, en este caso mujeres. Había otra isla similar para hombres: Livø
El promotor de estas barbaridades fue el considerado creador del estado de bienestar danés, Karl Kristian Steincke, que plasmó sus ideas en su libro La Seguridad Social del futuro y que le serviría de base, siendo ministro de Seguridad Social, para su ley de eugenesia de 1929. Con esta ley se aprobó la esterilización de personas con retraso mental y discapacitados. En teoría la esterilización era voluntaria, pero la realidad es que no hubo ningún consentimiento escrito por parte de los “pacientes”. En 1934 se reformó la ley. Con esta reforma se permitía la hospitalización forzada y ya no se exigía el consentimiento del “paciente”. Los pacientes no sólo eran los discapacitados o retrasados mentales, también las “mujeres de vida fácil”, las prostitutas, las jóvenes embarazadas fuera del matrimonio; en fin, los que decidían las autoridades. Muchas de estas mujeres acabaron en Sprogø.
Como Sprogø muestra, la eugenesia no sólo la aplicaron los regímenes totalitarios. De hecho, los primeros en aplicar leyes eugenésicas fueron los socialdemócratas nórdicos. En estos países la socialdemocracia impulsó las prácticas eugenésicas que los nazis llevaron al paroxismo.
Suecia desarrolló en 1922 la primera ley eugenésica. Unas 70.000 personas fueron esterilizadas por el Estado entre 1935 y 1976. En Noruega, con una ley similar de 1923, esterilizaron a más de 40.000. En Dinamarca, la ley de 1929 permitió la esterilización de unas 6.000 personas.
En los tres países, primos hermanos, estaba la socialdemocracia en el poder. Pero la socialdemocracia no estaba sola en el desarrollo de estas leyes criminales. Si pudieron ponerlas en práctica fue porque la moral protestante luterana imperaba sobre toda la población y la rigidez y fanatismo de sus creencias dominaban la sociedad completamente.
Hay que tener en cuenta que la iglesia luterana era la religión de Estado en Suecia hasta el año 2000. Hasta el año 1951 no se reconoció la libertad religiosa completamente. Vamos, hace cuatro días.
En Noruega, esta separación entre la iglesia, también luterana, no se produjo hasta 2017.
En Dinamarca, la luterana sigue siendo la religión oficial del Estado.
Karl Kristian Steincke
Junto con los países nórdicos, Estados Unidos, Canadá y Alemania fueron los países que aplicaron las leyes eugenésicas desde los años 1920 y 1930 hasta bien entrados los años 70.
No es que esta barbarie terminara en los años 70. Ni los eugenistas, tampoco:
Titular de El País de ayer, 4 de mayo de 2023: Miguel Beato, científico: “Lo peor que ha aportado la medicina es que somos demasiados humanos, somos una plaga para la Tierra”.
Este científico, el primer director del Centro de Regulación Genómica (CRG), según parece una eminencia en el estudio del cáncer, dice cosas como éstas:
“El ser humano no evoluciona ya porque la medicina y los cuidados hacen que el que no tiene capacidad para competir biológicamente, siga adelante y tenga hijos. El genoma humano ya no evoluciona, involuciona. Más bien estamos creando malos genomas porque permitimos que todo el mundo, con el defecto que sea, miopía o lo que sea, se reproduzca y tenga hijos. Para la evolución es clave que el que no esté bien preparado, casque y no tenga hijos. Si no, no hay evolución”. Y añade: “…lo peor que ha aportado la medicina a la Tierra es que somos demasiados humanos. Somos una plaga y nos estamos cargando el mundo.” Y más: “Habría que controlar la natalidad y reducir el número de humanos. Antes eso se hacía con guerras, pero ahora ya no hay guerras de ese tipo que exterminen a tanta gente”.
Después de todo esto ante la pregunta: “¿Echa de menos la selección natural?”, responde: «No la echo de menos, constato lo que está pasando. Yo no la echo de menos porque me parece que era brutal y el hombre tiene posibilidad de hacer algo distinto”. Podría decir, que menos mal, pero no tengo muy claro lo que, alguien que dice cosas como esas, entiende por “algo distinto”.