El poder destructivo del miedo

El poder destructivo del miedo

Desde mi guarida

Ángela

28-5-2021

Ilustración de María Cruz Martín

 

El guion es muy simple, tan simple como el de cualquier película apocalíptica: una epidemia que comienza en un pequeño rincón del mundo y en poco tiempo todos los países se ven afectados. Miles de personas mueren o enferman sin saber por qué. Supuestamente el causante es un virus similar a la gripe; los síntomas son los mismos, pero a pesar de que la gripe provoca la muerte a miles de personas cada año, este virus parece causar muchos más. Los científicos no son capaces de aislarlo. Los fallecidos son enterrados sin autopsia (están prohibidas), con lo cual se desconoce la causa real del fallecimiento. Nadie puede despedirse de sus seres queridos. Todos los Estados se ponen de acuerdo en confinar a la población. No se puede salir a la calle durante meses, y el atrevido que ose hacerlo será detenido. Todos los comercios echan el cierre. Sólo saldrán a trabajar los que realicen trabajos “esenciales”, el resto trabajará en casa frente al ordenador. Millones de personas pierden su trabajo. Por las calles desiertas sólo circulan los coches de policía. El estado de excepción, que no de alarma, será universal. Familias enteras conviven 24 horas al día en viviendas de 40, 50 o 100 metros, o en chabolas, dependiendo de la suerte que les haya tocado en la vida. La convivencia en esas condiciones será muy complicada. El ambiente, irrespirable. Peor lo llevan las personas que viven solas, el único contacto con el mundo es la televisión que constantemente, 24 horas al día, está anunciando el número de contagiados, hospitalizados, muertos. No hay respiro. La desesperación hace mella en la población. La ansiedad y la depresión se adueñan de todos los habitantes del planeta. Tres meses de aislamiento total han acabado con la estabilidad mental de miles o millones de personas. Aumentan los suicidios de manera alarmante aunque las autoridades no ofrecen ninguna información al respecto. Los Estados, a la orden de no se sabe quién, y por miedo a que la gente comience a rebelarse, deciden dejarlos salir unas horas al día con mascarillas y guardando distancia de seguridad entre los viandantes. Millones de personas en el mundo salen a la calle embozados. La imagen es dantesca.

LamiradaPoco a poco van abriendo comercios, y la actividad más o menos comienza a despertar. Hay un cierto ánimo, a pesar de que las televisiones siguen anunciando permanentemente el número de muertos y avisando de que no hay que salir, sólo para lo imprescindible. Pero no dura mucho. Se vuelven a cerrar ciudades, regiones enteras, y si alguna no lo hace, los demás las insultarán y las harán culpables de los nuevos contagios, incluso cuando es evidente que el hecho de estar encerrados en casa no mejora los datos ni de contagios ni de muertes. Más de un año desde el comienzo de la pandemia y los científicos no son capaces de encontrar medicamentos para tratar una enfermedad como la gripe. Sin embargo, las grandes farmacéuticas dedican su tiempo a sacar vacunas que venderán masivamente a los Estados que se comprometen a no reclamar a las farmacéuticas si se producen muertes tras su inoculación. Porque las vacunas no están testadas; es imposible hacerlo en unos meses, cualquier vacuna necesita entre cinco y siete años para salir al mercado. Los laboratorios lo saben y por eso las venden con un certificado provisional.

Los Estados, con las televisiones como herramientas, promueven la vacunación masiva, desde los ancianos de más de 90 años, los más afectados por la misteriosa enfermedad, hasta los niños más pequeños que no se ven afectados en absoluto. Y la población se dirige en masa a los centros médicos, incluso a los estadios para ponerse las vacunas que no tienen ni idea de los efectos que tendrán en su cuerpo. Ni siquiera los mismos científicos que las han creado lo saben. Pero la gente se siente aliviada, por fin ven una salida a la epidemia. Como era de esperar, con las vacunas se producen casos de enfermedades graves e incluso muertes. Algunos países suspenden las vacunaciones con alguna vacuna, pero continúan con otras que también producen muertes. A pesar del desbarajuste la gente sigue vacunándose aguantando el miedo. Han sufrido tanto durante los meses de confinamiento total y parcial que prefieren vacunarse a pesar de que seguirán con mascarilla, y manteniendo el alejamiento incluso entre sus personas más cercanas, porque así lo deciden las autoridades. No hay abrazos, no hay besos. Todos tienen miedos de todos. El miedo ha arrasado con todo. La población no está en condiciones de resistirse, ni siquiera de pedir explicaciones.

La humanidad entera ha sido despojada de sus derechos fundamentales, de su derecho a circular libremente, de su derecho a la libertad de expresión puesto que cualquiera que diga algo en contra de la información gubernamental será tachado de loco peligroso; de su derecho a la información porque las redes censurarán cualquier información que vaya en contra de la oficial; incluso reputados investigadores y científicos serán censurados o insultados si cuestionan la información oficial. Se distribuirán certificados para poder viajar, el que no esté vacunado no podrá salir de su casa. Muchos trabajadores no volverán a su lugar de trabajo, seguirán frente al ordenador en el pequeño rincón que habrán habilitado como despacho sin relación directa con sus compañeros de trabajo, y lo considerarán aceptable; las relaciones personales desaparecen sin apenas darse cuenta. Peor lo tienen los millones de personas en paro tras el hundimiento económico de los países tras tanto tiempo de inactividad. Sólo un país, curiosamente el país del que salió el virus, China, saldrá reforzado económicamente.

El guion efectivamente es muy simple. Si fuera una película de ciencia ficción la consideraríamos poco creíble por exagerada. Pero no es una película, es la realidad que estamos viviendo. ¿Fin del guion? No. La película se ha convertido en serie, el guion se irá adaptando según les interese a los que mandan. Quedan muchos capítulos por ver. La película de ciencia ficción se ha convertido en una película de terror.

AStateofFearLaura Dodsworth ha publicado recientemente el libro A State of Fear en el que presenta testimonios de miembros del Scientific Pandemic Influenza Group on Behaviour (Grupo Científico sobre el Comportamiento de la Influenza Pandémica) que asesoraron al gobierno inglés sobre cómo aumentar el miedo que la población ya sentía por el coronavirus, para que admitiera las medidas que se estaban tomando y que limitaban sus libertades. Aunque el libro se refiere a Inglaterra, es extrapolable a España y a todo el mundo.

A continuación el artículo traducido de The Thelegraph en el que aparecen declaraciones de algunos de los asesores entrevistados por Laura Dodsworth:

El uso del miedo para controlar el comportamiento en la crisis de Covid fue «totalitario», admiten los científicos

Los miembros del Grupo científico sobre el comportamiento de la influenza pandémica expresan su pesar por los métodos «poco éticos»

Los científicos de un comité que alentó el uso del miedo para controlar el comportamiento de las personas durante la pandemia de Covid han admitido que su trabajo fue «poco ético» y «totalitario».

Los miembros del Grupo Científico sobre Comportamiento de la Influenza Pandémica (SPI-B) expresaron su pesar por las tácticas en un nuevo libro sobre el papel de la psicología en la respuesta del Gobierno al Covid-19.

SPI-B advirtió en marzo del año pasado que los ministros necesitaban aumentar «el nivel percibido de amenaza personal» de Covid-19 porque «un número sustancial de personas todavía no se siente lo suficientemente amenazado personalmente».

Gavin Morgan, psicólogo del equipo, dijo: “Claramente, usar el miedo como medio de control no es ético. Usar el miedo huele a totalitarismo. No es una postura ética para ningún gobierno moderno. Por naturaleza soy una persona optimista, pero todo esto me ha dado una visión más pesimista de las personas”.

Morgan habló con la autora Laura Dodsworth, quien ha pasado un año investigando las tácticas del gobierno para su libro A State of Fear, publicado el lunes.

Los ministros han enfrentado repetidas acusaciones de que aumentaron la amenaza de la pandemia para justificar los cierres y obligar al público a acatarlos, una afirmación que será examinada por la próxima investigación pública sobre la respuesta a la pandemia.

En marzo [2020], el gobierno estaba muy preocupado por el cumplimiento y pensó que la gente no querría estar encerrada. Hubo discusiones sobre la necesidad del miedo para fomentar el cumplimiento, y se tomaron decisiones sobre cómo aumentar el miedo. La forma en que hemos utilizado el miedo es distópica.

“Definitivamente, el uso del miedo ha sido éticamente cuestionable. Ha sido como un experimento extraño. Al final, resultó contraproducente porque la gente se asustó demasiado».

Otro miembro de SPI-B dijo: “Se podría llamar a la psicología ‘control mental’. Eso es lo que hacemos… claramente intentamos y lo hacemos de una manera positiva, pero se ha utilizado de manera nefasta en el pasado».

Otro advirtió que «la gente usa la pandemia para tomar el poder y conseguir cosas que no sucederían de otra manera… Tenemos que tener mucho cuidado con el autoritarismo que se está infiltrando».

Otro dijo: «Sin una vacuna, la psicología es su arma principal… La psicología ha tenido una muy buena epidemia, de hecho».

Además de las advertencias manifiestas sobre el peligro del virus, el Gobierno ha sido acusado de alimentar al público con una dieta ininterrumpida de malas noticias, como muertes y hospitalizaciones, sin poner nunca las cifras en contexto con noticias de cuántas personas se han recuperado, o si el número de víctimas mortales diario está por encima o por debajo de los promedios estacionales.

Otro miembro de SPI-B dijo que estaban «atónitos por el uso de la psicología del comportamiento como arma» durante la pandemia, y que «los psicólogos no parecieron darse cuenta de cuándo dejó de ser altruista y se volvió manipuladora». Tienen demasiado poder y les intoxica”.

Steve Baker, vicepresidente del Covid Recovery Group of Tory MPs, dijo: “Si es cierto que el estado tomó la decisión de aterrorizar al público para lograr el cumplimiento de las reglas, eso plantea preguntas extremadamente serias sobre el tipo de sociedad que queremos.

“Si somos realmente honestos, ¿puedo pensar que la política del gobierno de hoy está jugando con las raíces del totalitarismo? Sí, por supuesto que lo está haciendo».

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