El vestido azul

El vestido azul

Dolores del Paso

7-4-2017

 

Todos los días cogía el autobús en la misma parada y a la misma hora. Y cada día otras tres o cuatro personas más hacían lo mismo. Eran los asiduos. Se saludaban, comentaban algo sobre el tiempo, si alguno no había aparecido el día anterior le preguntaban el motivo; incluso con otra joven de su edad mantenía conversaciones sobre sus respectivos trabajos, lo que habían hecho el domingo, cosas cotidianas. Sólo se conocían del autobús. No se volvían a ver por el barrio. Siempre había alguien más que se encontraba esperando el autobús de manera accidental, porque iba al médico, o a alguna gestión, o vete tu a saber.

Una mañana llegó un joven, le pareció guapo, por eso se fijó en él. Era uno de esos viajeros accidentales. Se bajó unas paradas antes que ella.

A los pocos días apareció de nuevo. Y a ella le gustó encontrárselo. Se convirtió en un tercer tipo: el asiduo accidental. Llegaba varios días seguidos y después pasaba una semana o más sin dar señales de vida. Al final se convirtió en asiduo aunque no lo viera diario. Además de guapo tenía cara de bueno. Un bueno tímido.

Cuando no aparecía pensaba ella que se habría levantado tarde y no había llegado a la hora. Cuando pasaban varios días sin verlo se retrasaba ella también por si acaso se encontraban. O al revés, se levantaba antes para llegar al autobús anterior, pero no coincidían por lo que llegó a la conclusión de que quizás no siempre iba al mismo sitio. Quizás trabajara en algo que le hacía cambiar el itinerario.

Se fijaba en él lo mismo que él se fijaba en ella. Cuando lo veía llegar le notaba una casi sonrisa que mostraba el placer que le daba verla.

Sí, no se lo imaginaba, era evidente que le gustaba encontrarla ahí, esperando el autobús.

Era un momento, porque se sentaban alejados uno de otro. Y aunque viniera lleno el autobús, ella hacía lo posible por separarse inmediatamente. También era muy tímida.

Pasaron varios meses así, viéndose de vez en cuando y sin dirigirse la palabra.

Un día el autobús arrancaba cuando ella llegaba corriendo estirando el brazo para agarrarse al autobús y antes de cerrarse las puertas entre tanto cuerpo apretado apareció una mano que tiró de ella hasta conseguir hacerla entrar.

-Gracias, alcanzó a decir con una sonrisa cuando al levantar la vista lo reconoció.

– De nada, respondió él con otra sonrisa.

Y eso fue todo. Ella echó a andar como pudo entre toda la gente, casi huyendo, hasta la parte delantera. Lo vio bajarse en su parada como siempre, dar unos pasos y volver la vista hacia el autobús. Por un momento sus miradas se encontraron y creyó ver de nuevo esa sonrisa en sus labios. No volvieron a verse.

Un año después, más o menos, quedó con sus amigas a tomar el aperitivo un domingo por la mañana, algo bastante inusual. No tenía esa costumbre. Se dirigieron a un viejo bar del barrio con terraza al aire libre. Era un pequeño jardín vallado con una puerta metálica doble que siempre estaba abierta. Era a comienzos del verano porque ella llevaba un vestido azul clarito, sin mangas, entallado que se abrochaba con botoncitos del mismo color y de falda amplia, de vuelo, que le llegaba justo por debajo de las rodillas y calzaba unas sandalias del mismo color. Se encontraba muy guapa con aquel vestido, aunque ya no estaba de moda, era de su hermana mayor. Le hacía sentirse especial. Las amigas iban en vaqueros, como ella habitualmente, por eso se veía tan distinta. Para completar la imagen se había recogido el pelo en una especie de moño despeinado.

Al entrar al jardín le vio sentado en una mesa grande de la izquierda con un grupo de amigos, chicos y chicas. El también la vio. Se la quedó mirando fijamente con cara de sorpresa y de nuevo apareció su casi sonrisa. A ella se le subieron los colores, y a pesar de que sintió alegría al verle, se sentó de espaldas al grupo, en una mesa a un metro de distancia. Sentía su mirada clavada en la nuca pero en ningún momento volvió la cabeza. Ni siquiera cuando se marchó con sus cuatro amigas.

Y ahí acabó lo que nunca había empezado. No volvieron a verse. Pero esas imágenes quedaron en su retina. Imágenes de juventud. Su juventud.

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