Friedrich Schiller
(Marbach, Alemania, 1759 – Weimar, id., 1805)
La partición de la tierra
-¡Tomad la tierra! -desde su alto asiento
dijo a los hombres quien pobló el vacío-.
-Para cumplir mi soberano intento
habedla en fraternal compartimiento,
que os la doy como herencia y señorío.
Ya más correr, por acudir primero,
cada mortal al llamamiento vino,
y cuanto pudo sometió a su fuero:
los frutos de la tierra, el campesino;
la selva, do cazara el caballero.
Colma la troj el mercader y el arca;
se adueña el monje del viñedo umbrío:
¡y, ya fuerte sintiéndose el monarca
sendas y puentes con barreras marca
diciendo; -¡El diezmo! porque el diezmo es mío.
Años después, cuando por fin completa
la irrevocable partición quedaba,
de remoto confín llegó el poeta.
¡Ay! Todo campo deslindado estaba,
y toda cosa a su señor sujeta.
-¡Tarde y en vano mi poción exijo!
¡¿Y así, el más fiel en mísero abandono
dejando, ¡oh Dios! desheredaste al hijo?
Tal del señor postrándose ante el trono,
el pobre vate entre sollozos dijo.
-Si absorto en la región de las quimeras,
-contesta Dios- te retardaste, iluso,
no en balde llores ni acusarme quieras:
¿do estabas tú, que confundirme esperas?
-¿Dónde? ¡A tu lado! -el soñador repuso.
Mi vista apacentaba en tu hermosura;
del cielo en los acentos, mis oídos;
si lo terreno desdeñé en la altura,
fue que tu gloria, que sin par fulgura,
¡me embargaba la mente y los sentidos!
Y Dios: -¿Qué hacer ? Sobre la tierra nada
me resta ya con qué colmar tu anhelo;
ajeno el bosque, la heredad cercana…
Vente conmigo, si te place, al cielo,
¡que desde hoy libre te daré la entrada!
Versión de José Joaquín Casas
Die Teilung der Erde
»Nehmt hin die Welt!« rief Zeus von seinen Höhen
Den Menschen zu. »Nehmt, sie soll euer sein!
Euch schenk ich sie zum Erb und ewgen Lehen,
Doch teilt euch brüderlich darein.«
Da eilt, was Hände hat, sich einzurichten,
Es regte sich geschäftig jung und alt.
Der Ackermann griff nach des Feldes Früchten,
Der Junker birschte durch den Wald.
Der Kaufmann nimmt, was seine Speicher fassen,
Der Abt wählt sich den edeln Firnewein,
Der König sperrt die Brücken und die Straßen
Und sprach: »Der Zehente ist mein.«
Ganz spät, nachdem die Teilung längst geschehen,
Naht der Poet, er kam aus weiter Fern;
Ach! da war überall nichts mehr zu sehen,
Und alles hatte seinen Herrn!
»Weh mir! so soll ich denn allein von allen
Vergessen sein, ich, dein getreuster Sohn?«
So ließ er laut der Klage Ruf erschallen
Und warf sich hin vor Jovis Thron.
»Wenn du im Land der Träume dich verweilet«,
Versetzt der Gott, »so hadre nicht mit mir.
Wo warst du denn, als man die Welt geteilet?«-
»Ich war«, sprach der Poet, »bei dir.
Mein Auge hing an deinem Angesichte,
An deines Himmels Harmonie mein Ohr-
Verzeih dem Geiste, der, von deinem Lichte
Berauscht, das Irdische verlor!«
»Was tun?« spricht Zeus. »Die Welt ist weggegeben,
Der Herbst, die Jagd, der Markt ist nicht mehr mein.
Willst du in meinem Himmel mit mir leben:
So oft du kommst, er soll dir offen sein.«