De mi tierra a la tierra-Sebastiao Salgado

Sebastiäo Salgado

DE MI TIERRA A LA TIERRA

Sebastiäo Salgado. Memorias

Ed. La Fábrica 2014

1ª Ed. Presses de la Renaissance 2013

Fragmento del Capítulo 11. La mano del hombre

Con la ayuda de Isabelle Francq, Sebastiäo Salgado ha escrito un libro de memorias en el que da cuenta de como hizo sus principales trabajos, La mano del hombre, Éxodos, Otras Américas, Génesis y su propia historia, como  militante de izquierda en Brasil y exiliado en París junto a su compañera de vida Léila.
Para mi es un libro apasionante como la experiencia que transmite, me parece un libro de aventuras, a veces de poemas …. pero su obra es una lección de trabajo duro, entrega, dedicación y generosidad por dar cuenta de su sabiduría de su aprendizaje en la vida. (Caridad Box)

sebastiaosalgado “Cuando Leila y yo nos imaginábamos, a mediados de la década de los ochenta, la historia titulada en francés La Main de l´Homme (La mano del hombre), queríamos rendirle un homenaje al trabajo. Para explicarme volveré a la economía. Todo producto resulta de la combinación de materia prima, capital y trabajo. Al profundizar en el análisis, nos damos cuenta de que, de estos tres factores, el trabajo es el más importante. Tomemos el ejemplo de los indios de la Amazonía cuya vida se parece a la nuestra de hace 5.000 o 10.000 años: saben ahumar pescado. El ahumado más o menos industrial del pescado que se vende actualmente en los supermercados deriva de esta experiencia ancestral. La tecnología ha permitido la mecanización del trabajo manual sin el que ésta no existiría. En cuanto al dinero, materializa el trabajo humano que se ha convertido en propiedad del capital. Sin duda, durante el proceso de producción el trabajo es el componente más importante. Concebía una serie de reportajes destinados a hacer un homenaje al trabajo y a los trabajadores. Durante los cinco años que le dediqué, nadie se negó a ser fotografiado en su actividad. Mostré así un mundo productivo en acción. Un mundo que estaba desapareciendo.

Me centré en la producción a gran escala en la que el hombre aún era importante, ya que estábamos experimentando el final de la gran revolución industrial. El empuje tecnológico, el descubrimiento de la electrónica y más tarde, de la robótica habían empezado a sustituir a la mano humana. Por ejemplo, en la industria automovilística, durante mucho tiempo cada pieza de un ensamblaje había sido manipulada por los trabajadores. Hombres o mujeres fijaban con pernos las distintas piezas para formar un conjunto. Entonces aparecieron los robots “empernadores” para sustituir al brazo humano. Antes de que desapareciera esta actividad quise construir una arqueología visual de la era industrial. Para hacerlo visité explotaciones agrícolas industriales, fábricas y pozos de minas. Me dirigí a los lugares donde se podía observar mejor cómo el trabajo se suma a la materia prima; allí donde se ve el trabajo en cadena.

SalgadoGenesisEntre 1986 y 1991, con el apoyo de un grupo de redactores jefe –principalmente Roger Thérond de París Match y Alberto Anaut de El País- y de la agencia Magnum a la que aún pertenecía, hice unos 40 reportajes en 25 países. Muy pocos en Europa, ya que en la década de los ochenta empezaba la deslocalización de muchas de sus industrias: sectores enteros desparecieron de nuestro entorno, como la metalurgia en Lorena. Las industrias europeas fueron trasladadas llave en mano a China, Brasil, Indonesia, la India… Me gustó mucho esta época de mi vida porque donde quiera que encontrara a un hombre trabajando, ese hombre estaba siempre orgulloso de producir, de crear. Me impresionó la ingeniosidad de esta especie capaz de coger un trozo de acero, soldarlo con otro, luego con otro, con miles más… Hasta que poco a poco la obra va tomando la forma de, por ejemplo, un barco. Un monumento de un peso enorme, de una increíble sofisticación. Antes de botarlo al agua, no es más que un montón de chatarra ensamblada. Al tocar el agua se convierte en un barco. Se carga y después se va. Es increíble que un montón de hierro pueda flotar…

Y todo ello, originalmente, se debe a la invención de la primera piragua que conseguimos que flotara. Es la misma técnica, la proeza de partida es la misma. Este barco transporta producciones diversas y variadas, o bien pasajeros; conecta el mundo. Cuando se considera que es demasiado viejo, se lleva a Bangladesh o a ciertos lugares de la India o de Pakistán donde disponen de pocos metales. Se corta y se vuelve a convertir en una multitud de trozos de hierro. Estos se transforman en cuchillos, herramientas agrícolas y distintos objetos idénticos a los que el buque había transportado a través de los mares durante su carrera de navegante. Las hélices de bronce se convierten en teteras, pendientes, elementos decorativos para la ropa de las mujeres de Bengala engalanadas con magníficas joyas. Ese mismo material, antes de llegar hasta allí, ha dado la vuelta al mundo, visitado el puerto de Singapur, Nueva York y el resto del planeta. Este proceso es muy sofisticado; de una enorme complicidad. Observándolo me dije: -¡Pertenezco a una especie que es la hostia!-. Pero la moneda siempre tiene dos caras. Un barco nace en una mina de carbón y en una mina de hierro: el carbón y el hierro componen el acero, que a su vez es transformado en planchas que, uniéndose, forman el barco. La silicosis que carcome los pulmones de los mineros del carbón y del hierro afecta igualmente a los obreros de los astilleros. Se repiten los mismos síntomas en Bangladesh, en los ships breaking yards, los astilleros de desguace de barcos. Esta enfermedad recorre toda la cadena industrial. Gracias a la mano del hombre, pude ver esta especie de geopolítica de la producción.

He comprobado que, a veces, allí donde la vida crea, se prepara la muerte. En Kazajistán, las mismas industrias producían el fosfato utilizado como fertilizante agrícola y como napalm, un arma muy eficaz en la guerra. En Bangladesh, a partir del mismo tejido ancestral del yute, se fabricaban sacos para los cereales y los famosos sacos que se rellenan de arena con los que los combatientes construyen sus trincheras. Bajo el impacto de las balas, el saco de yute se cierra sin dejar salir la arena que protege a los soldados.”  

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