La joven África en la encrucijada
Ángela
4-9-2019
Los misioneros combonianos, grandes conocedores de África, ya que hace más de 150 años están dedicados a ella, editan la revista Mundo Negro y cada tres años sacan un número especial en el que actualizan los datos de este gran continente. En el mes de mayo de este año 2019 salió el último especial, en el que se ofrecen tablas con datos de todos los países africanos: superficie, habitantes, materias primas, numero de hospitales, de escuelas, religiones que se practican en cada uno de los países, lenguas que se hablan en cada país…
Los temas tratados en los artículos son muy diversos y abarcan todos los aspectos de la vida de un país: política, economía, la situación de la mujer, la enseñanza…pero me ha resultado especialmente interesante la entrevista con Stephen Smith, antropólogo y experto en África subsahariana, a raíz de la publicación de su libro La huida hacia Europa sobre la emigración hacia este continente de los jóvenes africanos. Smith considera que esta emigración es tan mala para Europa como para África. Para África porque, a pesar de lo que se dice, la mayoría de estos jóvenes que emigran no son los que no tienen para comer, no son los pobres desesperados los que llegan a Europa, pues no tienen medios para hacerlo, sino jóvenes con estudios, con una preparación necesaria para el desarrollo de sus países de origen. Con la emigración África pierde su emergente clase media.
En relación con esto, recuerdo la conversación con un traductor árabe de un Centro de Primera Acogida de Madrid del que sacamos hace un tiempo un artículo: los niños del pegamento. La mayoría de los niños eran marroquíes, niños abandonados a su suerte ya en su país de origen, y por lo tanto muy problemáticos en muchos casos; pero habían comenzado a llegar jóvenes del África negra, jóvenes con estudios, que hablaban varios idiomas, con ganas de estudiar, de trabajar, de buscarse una vida mejor y, según este traductor, nada problemáticos.
Smith señala también que dinero que envían los emigrantes no sirven para el desarrollo del país, sólo permite a las familias vivir algo mejor, lo cual genera problemas de convivencia entre los vecinos. La vida del emigrante, en este y en todos los casos, es muy dura. Envían la mitad de su salario a las familias y ellos malviven en el país de acogida, con pocas posibilidades de integrarse en la sociedad, porque se limitan a la supervivencia, no tienen los recursos necesarios para participar en actividades que les permitan llevar una vida similar a la de las familias trabajadoras europeas. Eso es así siempre, por eso los emigrantes se suelen mover en los ambientes de sus paisanos, muy pocos, y después de mucho tiempo, se relacionan con los ciudadanos del país de acogida. La integración es muy difícil para cualquier persona, pero si llegan por miles el problema se multiplica. Ante este problema, Europa prefiere pagar a los gobiernos de los países africanos para que estos detengan a su propia población. Para Smith, esta solución no es buena. Muchos gobiernos se enriquecen con estas ayudas que no llegan a la población. Incluso pueden llegar al chantaje, añado yo: o me envías ayuda o te mando más gente.
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