A las diez en casa

Ángela

6-8-2022

 

A las diez en casa era la frase que todas las madres nos decían a las chicas cuando de adolescentes salíamos los domingos a pasar la tarde con las amigas. Era una frase clara y contundente que admitíamos a regañadientes, primero, y después no estábamos dispuestas a acatar. El enfrentamiento era continuo. Si llegabas tarde, el domingo siguiente estabas castigada, pero aun así, no respetábamos la orden. También es verdad que normalmente se quedaba sólo en amenazas.

Por fin, a cierta edad, nos quitamos la maldita frase de encima. Ya éramos mayores y podíamos retrasarnos un poco más.

Y ahora, a estas alturas de la vida, viene el gobierno a meternos en casa a las diez. Porque eso es lo que pretende Pedro Sánchez con esta ley que, como todas, se ha sacado de la manga.

Nunca he pasado miedo en el centro de Madrid. Sea la hora que sea, la ciudad está inundada de vida con todos esos escaparates encendidos. Jóvenes y viejos se pasean por sus calles como si fueran las cinco de la tarde. Sólo había un momento malo cuando salía por la noche y volvía al barrio después de dejar a las amigas: el recorrido del metro a casa. Ahí si pasaba miedo porque los pocos comercios del barrio no dejaban las luces de los escaparates encendidas. Sólo las luces de las farolas alumbraban el camino. Cuando las luces se apagan, la ciudad da miedo.

Todos los amigos que vienen a Madrid se sorprenden de la cantidad de gente que se mueve por sus calles, sea la hora que sea. Y esto no es nuevo, viene de muchos años atrás. Hace años era más chocante todavía. Los amigos que vivían en París, por ejemplo, llegaban aquí y no entendían cómo a las doce de la noche y la una y las dos de la madrugada el centro de la ciudad estaba tan concurrido. Lo que más les llamaba la atención es que no se trataba de jóvenes solamente, también había gente mayor paseando. “¿Pero cómo es posible? ¿Qué hacen en la calle a estas horas?” “Han salido …

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