El gato negro y el mal
Ángela
25-11-2016
Me contaba recientemente una profesora con más de treinta años de experiencia en la enseñanza de adultos, que había recomendado a sus alumnos la lectura de El gato de negro de Edgar Allan Poe, (19 de enero de 1809, Boston, Massachusetts- 7 de octubre de 1849, Baltimore), y que no les había gustado (siempre hay excepciones, claro). Sorprendida porque es un cuento que recomienda siempre, como recomienda otras obras maestras de la literatura, porque es corto, claro, sin adornos, con intriga y terror, que hasta el momento y año tras año a todos impresionaba, les preguntó cual era el motivo. Y la respuesta fue todavía más sorprendente: no les gustaba por lo que le hizo al pobre gato. ¿Al gato? ¿Y a su mujer?, pregunta ella, ¿no es terrible lo que le hizo a su mujer? Ah, sí, lo de la mujer tampoco les había gustado. Tampoco. Los comentarios fueron de mal en peor.
En El gato negro, Poe nos plantea una serie de problemas morales. De eso va el cuento.
El protagonista nos relata los cambios producidos en su personalidad que considera debidos a una fuerza “más que diabólica”, pero nos da todos los detalles en su proceso destructivo, y nosotros sacamos las conclusiones.
Se describe a sí mismo cuando era pequeño como muy sensible, tanto que sus compañeros le insultaban. Adoraba a los animales, con los que pasaba la mayor parte del tiempo. Su cariño hacia ellos no disminuyó con la edad. “Hay algo en el generoso amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la mezquina amistad y frágil fidelidad del hombre”.
Se casó joven con una mujer que también apreciaba mucho a los animales y tuvieron pájaros, peces, perros, conejos y un gato adorable, Pluto, su predilecto. La vida apacible se termina cuando comienza a beber y según se va alcoholizando, se va convirtiendo en una persona violenta, cada vez más agresiva con sus animales, incluso con su mujer, una buena mujer, dice, que soporta estoicamente sus insultos y sus golpes. Hasta que en un acceso de ira mata a la mujer y al gato.
La primera cuestión que nos plantea Poe es la de la responsabilidad. El protagonista no se hace responsable de sus actos. Es esa fuerza maligna la que le impulsa a hacer daño a los demás. No es él. Podríamos cambiar esa fuerza oscura por la sociedad y el resultado sería el mismo: no hay responsabilidad individual. El individuo no es el responsable de sus actos, es la sociedad la que le lleva a cometer esos actos deleznables. ¿Cuántas veces hemos oído, no es culpa suya, es que tuvo una infancia muy infeliz? Da igual lo que haya hecho, no es su culpa, es de la sociedad.
…