Historia  de una escarola

Alejandra C.

17-3-2017

 

Va para tres meses que la estoy observando y sigue igual, casi diría que mejor que el primer día. Siempre me pasa lo mismo, compro una escarola, hago una ensalada con unas cuantas hojas y el resto lo dejo para otro día, día que no llega y al final la tiro, pero cuando iba a tirar ésta transcurrido el tiempo correspondiente, me di cuenta de que estaba como nueva, por eso no me animé a tirarla. Y pasados otros días seguía igual. Y aquí está, tan rozagante con su verde primavera, y amarillito dulce, tiesecita, como recién cogida de la huerta.

Me gusta la escarola lo mismo que me gusta la lechuga. Lo justo. Que tampoco se puede decir que ninguna de las dos sean manjares. El nombre me hace gracia, y por afinidad me recuerda a la Carola que tenía una tienda de ultramarinos en el barrio. La única Carola que he conocido en mi vida, me parecía una señora mayor pero no debía de ser tanto porque sus hijos eran poco mayores que yo. Le pasaba como a una mujer del pueblo que decía “yo ya nací vieja”. Era una tienda oscura llena de cosas. No iba muy a menudo, normalmente iba a donde Mariscal, que le pedías lo que necesitaras y te lo apuntaba hasta que el sábado, día de cobro, pagaba todo mi madre. Pero no me quiero desviar del tema.

escarolaPodría comerla, la escarola, porque su aspecto es buenísimo, pero no me atrevo. Esto no es normal. Tengo que reconocer que tengo miedo. Y no puedo decírselo a nadie. Alguna vez le he dicho a mi marido. Fíjate, esta escarola está como nueva pero lleva aquí un montón de días. Pues tírala. Ya, que fácil. A mis hijos ni se lo miento. ¿Una escarola, y eso qué es? De la escarola sólo saben que es una cosa que pongo de vez en cuando en ensalada y que por supuesto ellos no prueban.

El otro día vino una amiga y mientras yo preparaba la carne me dijo que ella preparaba la ensalada. Cuando me vuelvo y ¡la veo con la escarola! Me tiré a por ella gritando como una posesa NOOOOOO hasta arrancársela de las manos. Se quedó muerta. Me recompuse inmediatamente, “prefiero una ensalada de lechuga”. “Vale, a  mí me da igual”, acertó a decir. Estoy segura de que piensa que tengo problemas con mi marido y por eso estoy tan nerviosa. (No es que esté segura, es que ya me han llegado rumores de que estamos en proceso de separación. Y el pobre Antonio sin enterarse), pero prefiero que piensen eso a que piensen que estoy loca.

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